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Crevillente es un municipio de la Comunidad Valenciana. Está situado en la comarca del Bajo Vinalopó, en la provincia de Alicante. A solo 7 Km de Elche. Tiene 28.432 habitantes.

Sus fiestas de Moros y Cristianos, han sido declaradas de Interés Turístico Nacional. En este lugar acogedor de nuestra geografía, y tan ligado a la cultura Arabe, nos gustaría conduciros, a un rincon verdaderamente sorprendente: La casa museo de Carmen del Campillo.

CARMEN DEL CAMPILLO

UN OASIS EN MEDIO DE LA HUERTA

Hace dos semanas pude hacer un viaje hacia tierras de nuestros vecinos africanos en un oasis en medio de la huerta alicantina,entre los municipios de Albatera y Crevillente.Aunque quizás también podría haber sido un viaje en el tiempo hacia el reinado de los Omeyas o los Nazaríes en la península.Cuando cohabitaban en perfecta convivencia: cristianos, musulmanes y judíos.

Lo cierto es que fue un poco complicado dar con el lugar,pero con una mezcla de instinto y la colaboración de una vecina, pude dar con el sitio.
-Disculpa,¿puedo hacerte una pregunta?
-¿La tetería?
-Jejeje,veo que ya estás acostumbrada a la pregunta.
-No pasa nada, sigue todo este camino y cuando llegues a un cruce donde hay una caseta abandonada,tuerces a la derecha y vas siguiendo los carteles donde esta dibujada una estrella árabe. No tiene perdida.
-Muchas gracias.

Después de torcer varias veces a la derecha y pasar por varios caminos de tierra,llegamos al lugar. Atravesamos un pasillo empedrado hasta dar con una reja,en la que colgaba a un lado una campanita a modo de timbre.Nos abrió y recibió un chico árabe que vestía una chilaba. Y atravesamos el portal...un portal hacia "una pequeña Alambra".

Nada mas entrar se respiraba un ambiente mágico, salido de un cuento de las mil y una noches. Se olía a jazmín, una luna llena decoraba el ambiente, como un farolillo de forja más, de los que colgaban por doquier en los jardines y estancias. O como una de las tantas velas que iluminaban los caminos empedrados y rodeados de plantas, flores e inmensos árboles. La luna parecía estar allí solo para deleite de los visitantes y moradores del lugar.

El agua se oía correr en las fuentes. El agua fluyendo,tan importante para los árabes, como el fluir de la vida. Sin esos estanques o fuentes un jardín árabe no sería lo más parecido al paraíso. La música colaboraba a crear este ambiente,así como los olores. Toda una gama de tés y dulces embebidos en miel, o rellenos de pistacho o dátil.

Después de un breve recorrido por los jardines, nos sentamos en una mesa de un rincón,cerca de una fuente. Y cuando el camarero nos atendió,decidimos pedir un té de canela y unas pastas.

En el centro de la mesa un quinqué con una vela iluminaba mi visión contemplativa y relajante del lugar, aderezado con el sabor amargo del té con su toque exótico de canela.

Yo aspiraba el aire,como queriendo disolverme allí mismo,deleitando todos mis sentidos. Música, fluir de agua, olor a jazmín, sabor del té...

Unos gatos recorrían el lugar de un lado a otro, y yo pensé que ser felino no estaba tan mal siempre y cuando fuera es estos jardines edénicos.

Después de una hora de relax absoluto, pedimos la cuenta.
-Dieciséis euros.
-¡Vaya,el paraíso tiene un precio!-pensé
Pero mereció la pena...

Araceli Orenes

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